Llevamos 100 años cortándonos mal las uñas:
¿Recuerdas aquel artículo de la revista médica “The Lancet” que nos descubrió que llevábamos décadas poniéndonos los supositorios al revés? Resulta que la parte roma debería ir hacia adentro, abriendo camino, mientras que la parte afilada debería quedar mirando hacia el exterior para ir cerrando tras de sí los esfínteres anales, ayudando así a que el supositorio llegue al interior del intestino. Pues si con eso tan sencillo nos habíamos equivocado, ¿cómo no lo íbamos a hacer con algo tan complicado y potencialmente peligroso (te lo requisan en los aeropuertos) como un cortauñas?
El típico cortauñas de bolsillo es uno de esos adminículos que resulta imposible que sea efectivo para todos los tamaños y formas de uñas que en el mundo son.
Tampoco resulta sencillo usarlo de un solo corte par toda la uña, por no hablar de que cada mano, cada pie… cada dedo es un mundo. Y el problema con esos pequeños cortauñas que debido a su universalización y bajo precio casi podría decirse que son desechables es que no realizan su cometido de la mejor manera posible.
Este invento, patentado en 1881 y perfeccionado en 1940 por William E. Bassett cuando lo rediseñó hasta que adoptó su conocido aspecto actual, haciéndolo más barato de fabricar y fácil de usar, añadiendo pequeños detalles como esas dos pequeñas protuberancias en forma de puntito que hacen que el brazo articulado permanezca en su sitio.
Pero lo que no hacemos correctamente es la propia acción del corte de la uña, algo que se ha perfeccionado en modelos de diseño más reciente.
El cortauñas de toda la vida lo que hace es aplastar y machacar la uña hasta que la parte, por eso salen volando. Es como cortar zanahorias con un cuchillo mal afilado. Pero si en su lugar empleas un cuchillo bien afilado de manera deslizante, en lugar de con un golpe seco, el corte es mejor, no daña tanto el filo de la uña y además el trozo desechado no sale volando hasta algún recóndito lugar de tu cuarto de baño, apareciendo en el peor de los momentos, esa noche en la que (¡por fin!) ligas y tu conquista entra al aseo a acicalarse.
Este sería un defecto intrínseco al diseño de un cortauñas de tamaño reducido. No se puede tener todo. El problema puede tener solución con uno como este modelo Klhip, obra de Andrew Johnston. Está fabricado en inyección moldeada de un acero inoxidable que ha recibido un tratamiento especial para adquirir una resistencia extra.
Tiene un diseño ergonómico y un brazo que permite efectuar un corte más efectivo que además no hace que los trozicos de uña salten a la otra punta de la casa, a lo que habría que añadirle un afilado especial… y un precio también especial, $50. ─[Klhip]
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